martes, 9 de agosto de 2016

Espejos Vacíos









La serie da al individuo carácter de cosa, y expresa así la enajenación del hombre en la serialidad. Cada uno se siente frente al otro en soledad, se trata de pluralidad de soledades. Es la negación provisional por cada uno.


Esta es la relación característica de los ciudadanos de un gran orbe. Cada miembro de una serie es un número cualquiera de un conjunto. Cada uno es remplazable, no tienen ni orden ni lugar propios.

domingo, 31 de julio de 2016

, todo está seco,






"Amor domesticado, masticado,
en jaulas de barrotes invisibles."

...Montón de días muertos.

viernes, 29 de julio de 2016

Pivote Utópico







Deberías por un instante, verme como yo te veo, 

para que veas como te veo, 




y  ver  con  ternura
...
cómo me ves.



viernes, 15 de julio de 2016

Fotografía: El arte del momento






Como he dicho antes, hablar de fotografía es hablar de tiempo y su ausencia, pues el área que le corresponde a una imagen representa una comunión entre luz, intención, habilidad técnica, proporción visual, paciencia y en algunos casos… Suerte.

El día 1 de abril recorría en el auto una avenida transitada, mi padre era escolta y pasamos junto a un circo instalado a las orillas de la ciudad, rumbo al oriente. Recién había adquirido mi nueva cámara y estaba deseoso de estrenarla con los animales que en circo había. Un calor no muy descarado pero una atmósfera de sopor —creada por la muchedumbre ahí reunida— recorrían el ambiente.

Dimos un par de vueltas para ver los animales, sus patrones de movimiento y un breve análisis de luz para comenzar a “disparar”. Fotografiamos camellos, chivos deprimentes, portentosos leones y hasta un enorme oso enjaulado. Las condiciones de aquel sitio eran más del tipo paupérrimo que decorosas, pero como fotógrafo tengo un código que me impide —de sobremanera— manipular la naturaleza o circunstancias de la imagen a capturar.
Tras haber creído terminada la sesión decidimos aproximarnos a los barrotes que delimitaban la jaula del elefante y mirarlo, no había que ser tan exhaustivos  para notar que aquel animal de porte majestuoso la pasaba mal. A través de una mirada sin esperanza se notaba un descomunal vacío, una estancia gris y llana, que llenaba de miseria a cualquier persona empática. El gran taciturno en pie miraba alrededor y lo único que quizá miraba eran sombras de niños eufóricos acompañados de sus padres; acostumbrado a esta realidad no podía hacer mucho ya que tenía los pies atados con cadenas inmensurables.
Decidí entonces hacerle unas tomas frontales ya que la luz del ocaso le hacía un decoro perfecto en su lado derecho. Aquello era un festín de texturas muy enriquecedoras para motivos de imagen, así se tomó una docena de imágenes sin ningún problema, pero, en un instante la conducta del elefante cambió radicalmente.

Sacudía más agresivamente la cabeza, las orejas aleteaban y la trompa se mecía pendularmente, sus patas golpeaban sutil el piso. Extrañado, retiré el ojo del visor de la cámara para ver que molestaba a la bestia, se trataba del encargado de jaula.

Fue realmente sorprendente mirar ese cambio de comportamiento tan instantáneo, uno realmente no puede llegar a imaginar el tipo de situaciones que suceden tras bambalinas para engendrar una incomodidad de semejante repercusión. Era hasta cierto punto un duelo apático en el cual, el elefante —en su limitada realidad— trataba de incomodar a este sujeto. Con su trompa recogía tierra del árido suelo y la arrojaba en dirección a su guardia.

Mi papá y yo nos movimos un poco para evitar el polvo que el inmenso animal levantaba, de un momento a otro el motivo (o sea el elefante), estaba a contraluz, de esta manera se podía apreciar en alto contraste la elegante y descomunal forma del paquidermo, sabía entonces que podía ser una toma interesante, en un santiamén levanté mi cámara, coloqué la mirada detrás del visor para capturar la imagen que posiblemente sea mi fotografía favorita por muchos y diversos motivos.
La imagen en sí posee fuerza, proporción, dinámica, entre muchos otros amuletos que los fotógrafos de buen ojo pueden nombrar o considerar básicos para que una fotografía se considere digna de análisis. No puedo culpar directamente al personal del circo por las condiciones en que mantienen a sus animales, de hecho, con la serie de fotografías tomadas en aquel día —la mayoría muy crueles—no pretendo si quiera exponer la vida de los animales en el circo, así mismo, la intención no es y nunca lo ha sido brindar un panorama general ante nadie.

Me enamora esta fotografía, ya que, como expliqué con anterioridad, cumple con decoro ciertos campos técnicos y estéticos. Pero hay más detrás del adorno que representa aquel dorado atardecer, me enamora más porque es cruda y bella a su vez, el nervio del mensaje. Habla de un recuerdo triste. Un elefante miserable que dejó de soñar; me encanta esta imagen por su transparencia al exhibir la desesperación ante una vida arruinada, su fuerza descomunal incapaz, una inmensa masa estática, humillada… engañada… atada a una realidad que le trasciende.

En ningún momento y bajo ninguna circunstancia aceptaré que esta imagen me hace feliz o contagia de agradables reminiscencias, únicamente me limito a aceptarla (de sobremanera) por su belleza que reposa —muy incómoda— en su dialecto pueril.